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¿Tiendas virtuales para los emprendedores cubanos?

Por: Gerardo Rodríguez Fernández

Pudiera parecer que el comercio electrónico venía desarrollándose en Cuba con más cautela que atrevimiento hasta que llegó la COVID-19 y, de repente, la necesidad de mantener el distanciamiento físico disparó la demanda de esta modalidad de intercambio que fuera de la isla resulta lo más natural del mundo y, sin embargo, para los cubanos clasifica como asignatura pendiente.

Recibir una pizza en la puerta de la casa, comprar productos de primera necesidad sin languidecer en una cola al sol durante horas o pagar las facturas del teléfono y la corriente eléctrica desde la pantalla de un celular son “lujos” que el cubano está comenzando a disfrutar ahora gracias al acelerón que el gobierno está dando a las plataformas de pago de “producción nacional”.

Con prestaciones más o menos similares, Transfermóvil y EnZona descuellan como las opciones líderes para el pago de bienes y servicios en un país desde el que resulta imposible utilizar pasarelas internacionales por las consabidas limitaciones del bloqueo estadounidense.

Con casi un millón y medio de usuarios, Transfermóvil presume de que cada seis segundos un cliente emplea sus servicios y EnZona, por su parte, se enorgullece de haber crecido exponencialmente en el último año y de haber registrado, activado y puesto en operación 287 comercios —entre estatales y privados— con un volumen de transferencia que se acercó a los 70 millones de pesos en los primeros 10 días de enero de 2021, según fuentes oficiales.

Pero es precisamente ahí, en el uso que el sector privado puede hacer de ambas herramientas, donde radican los puntos débiles de ambas plataformas, que no parecieran demasiado interesadas en integrarse con el emergente sector de los emprendedores cubanos.

Si bien es cierto que Transfermóvil y EnZona han abierto espacios a los trabajadores por cuenta propia, estos tienen por lo general un carácter bastante elemental: módulos de servicios destinados a gestionar de forma virtual los pagos de un negocio o comercio, más recientemente, la posibilidad de abrir rudimentarias tiendas en el llamado Bulevar de EnZona, una oportunidad con la cual esta pasarela pudiera convertirse en escenario integrador del comercio online de Cuba.

El evidente predominio del sector estatal en estos espacios, con ofertas que no siempre resultan atractivas o competitivas, y la ausencia de negocios privados con un nombre ya establecido en el entramado comercial del país denotan lo mucho que aún resta por avanzar en la integración del e-commerce insular.

Que los clientes puedan comprar desde sus hogares lo mismo una paella de un restaurante privado del Vedado que un módulo de aseo de Tu Envío, y que todos los procedimientos financieros “corran” sobre pasarelas Made in Cuba, para bien de la soberanía tecnológica, pudiera ser una realidad no tan lejana.

Faltaría, eso sí, la posibilidad de integrar con las APIs de estas plataformas, las tiendas online y las aplicaciones desarrolladas por los emprendedores cubanos, porque el comercio electrónico —lo sabe el mundo entero desde hace décadas— es una transacción en la que todos ganan.

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